La discusión en torno de la
eutanasia ha sido hasta ahora una discusión algo enrarecida. No todo el
mundo llama eutanasia a lo mismo y la palabra "eutanasia" se ha teñido
de un tinte escabroso por las prácticas aberrantes llevadas a cabo por
los nazis. Sin embargo, para pensar en serio sobre el tema lo primero
que debemos hacer es no tenerle miedo a las palabras, sacudir los
prejuicios y acudir (en lo posible) a argumentos. Y, sobre todo, no
pensar que los argumentos propios son concluyentes. Algunos de los míos
son los siguientes.
Existe un extenso acuerdo acerca de que dos de las obligaciones
esenciales de la profesión médica son la de respetar la autonomía del
paciente y la de propender a su mayor bienestar. Es cierto que éstos no
son los únicos valores de la ética médica, pero, en vista del peso que
les otorgamos, resulta difícil encontrar argumentos racionales para
considerar que todo acto de eutanasia es inmoral o no puede ser
justificado.
Si creemos en el respeto a la autonomía, me parece muy difícil
justificar que, exactamente en el momento en el que se trata de algo
verdaderamente central para la vida de una persona (si desea, en las
extremas circunstancias dadas, continuar viviendo o no), no exista
ninguna posibilidad de otorgarle un poder efectivo de decisión. Las
regulaciones estrictas son fundamentales, pero no para restringir la
autonomía, sino, por el contrario, para asegurar que la decisión sea
tomada con información y reflexión. La eutanasia sería contraria a la
autonomía personal si fuera involuntaria, pero, en este caso, se trata
de todo lo contrario: de respetar la decisión íntima y reiterada del paciente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario